PILDORITAS PARA EL BIEN

Adolescencia, fortalecer los
afectos

 
Durante la adolescencia, nuestros hijos necesitan distanciarse de nosotros para encontrarse a sí mismos, contando, eso sí, con nuestra comprensión. Pero cuando esa distancia se convierte en aislamiento y rabia es porque hay heridas del pasado que no han sanado. Es necesario, entonces, revivir con nuestro hijo aquellas experiencias infantiles en que se sintió desprotegido.
 
El adolescente era niño hasta ayer, es decir, está aún muy cerca de las experiencias de la infancia.
Simplemente, ahora cuenta con la capacidad y la autonomía para expresar sus sentimientos, ya sean de rabia y dolor o de agradecimiento y ternura.

El adolescente manifiesta fielmente lo que ha experimentado a lo largo de su niñez, ya que todavía vibra en su interior. Por tanto, sus reacciones dependerán del modo en que haya vivido hasta ese momento y de lo colmado emocionalmente que haya atra¬vesado la primera etapa de su vida.



Si nos interesa pensar seriamente en los obstáculos con los que vamos a enfrenarnos a partir de ahora, es indispensable tener en cuenta la realidad emocional que hemos com¬partido padres e hijos a lo largo de los primeros catorce o quince años. En definitiva, la actitud de nuestro hijo adolescente será consecuencia directa de un pasado reciente.



La cuestión es que, en pocos meses, el niño o la niña se han convertido en un o una joven de piernas largas y granos en la cara. El gesto otrora sonriente se torna una mueca de desprecio a casi todo lo que les ofrecemos. Estos jóvenes se encierran en un mundo al que, por primera vez, no tenemos acceso. Dejan de tomar su baño cada noche y el olor de sus zapatillas nos aleja físicamente de ellos. Además, manejan códigos, gracias a las nuevas tecnologías, que nos dejan completamente fuera de sus relaciones e intereses. Es entonces cuando los adultos empezamos a tener miedo de los adolescentes, ya que no los controlamos ni les entende¬mos. Peor aún, incluso tenemos la sensa¬ción de que ya no los conocemos.

Reacciones bien entendidas
No obstante, con nuestros hijos adolescentes, es necesario diferenciar dos situaciones que suelen confundirse pero que, en verdad, reflejan realidades distintas. Por un lado, la necesidad de los jóvenes de tomar distancia de sus padres; por el otro, la libertad de expresar, finalmente, su amargura acumulada.

Distanciarse de los padres es una reacción saludable y útil para el crecimiento que sería ideal que sucediera durante la adolescencia, ya que es un periodo de afianzamiento de la individualidad. Podríamos decir que durante este periodo de la vida necesitan descu-brir "quiénes son" y, para ello, es necesario "pararse en el camino de enfrente" respecto a las elecciones y modos de vivir de sus padres, para observar con perspectiva y elegir, o no, otros destinos.



Nuestra sociedad actual no cuenta con suficientes rituales de crecimiento adaptados a los adolescentes. Ellos deberían poder viajar, pasar un tiempo fuera del hogar, buscar maestros, padrinos o guías espirituales que los acompañasen en el desafío que representa enfrentarse a nuevos obstáculos... Y deberían continuar durante el tiempo que lo requirieran esas travesías con el fin de encontrar su lugar en el mundo. Una vez conseguido esto, se sentirán orgullosos de regresar a casa, pudiendo, incluso, convivir con sus padres sin tener que forzar una distancia física permanente para sentirse "ellos mismos". Lo ideal sería que los adultos entendiéramos que es el momento propicio para apoyarlos y acompañarles, más con palabras que con presencia, ofreciendo comprensión en lugar de pretender obediencia y subordinación. En ese caso, los adolescentes se sentirán seguros para tomar decisiones y asumir desafíos e incluso para equivocarse, porque sabrán que sus padres no los juzgarán, sino que cubrirán sus espaldas, permanecerán atentos y dispo¬nibles cuando el joven los reclame.



Esta generosa actitud solamente es posible practicarla si el adolescente proviene de una infancia amparada, si ha sido colmado de miradas y buen trato y, sobre todo, si ha adquirido confianza en sí mismo gracias al apoyo permanente y a las palabras de amor que le han sido prodigadas.
Colegio Cristo Rey
Comité de convivencia 2.010
PILDORITAS PARA EL BIEN No. 6

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